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País de las sombras largas

  • Daniela R. Galindo
  • 12 jun 2017
  • 3 Min. de lectura

La novela relatada por Hans Ruesch, indaga entre la vida del pueblo Inuit, al que comúnmente se le conoce como la comunidad esquimal. Es una historia en verdad mágica, un libro que merece la pena ser leído. Un estudio antropológico sobre este maravilloso pueblo que vive en un lugar en donde el día dura la mitad del año, y viven bajo la sombra de la oscuridad la mitad restante.


Leer este libro, es entrar en el mundo de los Inuit, conocer cada costumbre, tabú y sus ideologías; es aprender de una sociedad que entiende la vida de manera distinta a la de (quizá) cualquier otro pueblo, en donde no se pueden mezclar carnes de tierra con carnes de mar, en donde una mujer no puede mirar a la luna llena porque podría quedar embarazada, en donde la mujer es la que realiza los trabajos “duros” del hogar porque el hombre vive cazando enormes animales para subsistir. Allá en el norte, en donde la población no puede exceder de siete personas porque acabarían con los recursos, en donde una madre al dar nacimiento a una niña deberá matarla, porque es más importante la vida de un varón que proveerá de alimentos a la familia que una mujer inútil que no podrá más que quedarse en casa a esperar a que le llegue un marido.


Es conocer la cultura de un pueblo en el que después de morir, ya no se puede decir el nombre del fallecido, un pueblo que abandona a los viejos en medio del frío para que mueran solos. Se conoce a un pueblo que no le teme a la muerte, porque no hay nada más doloroso que la vida.


Adentrarse en esta historia, es encontrarse con Ernenek y Asiak, y más adelante con Ivalú y Papik, y ver cómo viven en armonía con la naturaleza, porque de otra manera no podrían sobrevivir y, tal vez, a esto se debe el gran conocimiento que ellos tienen de las cosas, la gran lógica con la que viven el día a día, la habilidad que tienen para sobrevivir a heladas, para construir trineos y sus armas para cazar. Conoces un país en donde los besos no existen y el afecto se demuestra olfateándose y restregando las narices unas con otras; es un pueblo que sabe reír de sus desgracias, y que teme de sus dioses.

La llegada del hombre blanco al país de las sombras largas no asombró tanto a los Inuit como los artefactos que traían con ellos o las extrañas costumbres que tenían y ni hablar de las cosas con las que se alimentaban. La llegada de esos seres tan extraños y lejanos de ser hombres como los habitantes de ese lugar, trajo con ellos la evangelización de los pueblos, de la gente, y erradicaron todas o la mayoría de las costumbres, argumentando que dichas prácticas eran un pecado y que la gente vivía en él, haciéndolos merecedores del infierno, y nunca poder descansar en paz, ni mucho menos reunirse con sus seres queridos en el otro mundo.


Con ayuda del temor, la poca gente de la comunidad acepta las ideas cristianas de los misioneros que llegaban al país, pero no era algo lógico para todos; el hombre blanco no actuaba acorde a lo que sus libros y su Dios dictaban; era más bien como si hiciera todo lo contrario y esto originaba dudas en los nativos. ¿Cómo un Dios que profesa amor, paz, respeto, puede permitir que sus misioneros tratasen tan mal a la gente o les infundieran miedo a través de sus armas? ¿Por qué el hombre blanco dice tener un Dios tan bueno, si el Dios de cada uno está hecho a sus semejanzas, y el hombre blanco no era más que una mala persona?


Las mujeres dejaron de permitir ser compartidas entre los hombres Inuit, se negaron a volver con sus parejas hasta que estos fueran bautizados, y se casaran con la aprobación del misionero. La comunidad Inuit pierde su esencia por complacer al Dios del hombre blanco, olvida sus creencias y su cultura, se destruyen unos a otros por probar quién es el Dios verdadero.


Podría decir que es una historia triste porque lo es, pero estaría omitiendo demasiado la maravillosa trama y la enorme información que la novela conlleva; siempre en la historia ha habido un pueblo que se aprovecha del más débil, y llevo muchos años leyendo esas historias, pero esta no es una de ellas, no es como las demás; un pequeño grupo de Inuit encuentra la salida a todo aquello y vuelven al lugar en donde pertenecen, regresan a construir su esencia al país en donde las sombras son largas.


Es una buena obra, que relata de manera magnífica una historia, vale la pena leerla; y si tienes tiempo en estas vacaciones, ¿porqué no intentar leerlo?



 
 
 

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